viernes, septiembre 05, 2014

HOTEL MARLOWE (Capítulo cuatro)


4. La habitación 106

La chica entró delante de él. Le había dejado hacer todos los trámites para conseguir la habitación. Se había mantenido en un segundo plano y no paraba de mirar la puerta, esperando ver esa sombra que le iba siguiendo desde hacía varias horas.
Sabía que estaba en la calle, esperando un error por su parte y poder saltar sobre él. Para llevarse su preciosa carga.
— Vamos, cariño, que te veo nervioso… — Le agarró la mano y lo llevó hasta las escalera.
Subieron hasta el primer piso y se detuvieron en el descansillo. De repente, ella se giró y le lanzó un beso en los labios a su acompañante.
— Uhm… Estás un poco tenso, cariño… — Su mano bajó hasta el pantalón y su cara cambió de repente. – Bueno, nervioso, pero dispuesto…
Él tragó saliva y se dejó llevar. Solo estaba allí para poner espacio entre él y su perseguidor. Nada más.
Un ruido le sobresaltó. Alguien más subía por la escalera, haciendo bastante ruido.
— Venga, estate quietecito, traviesillo… — La risa de la chica que subía corriendo por las escaleras delante de una persona que no llegó a ver.— Vamos, corazón, que primero tenemos que llegar a la habitación, cielo…
El hombre no dijo nada, pero cuando llegó a la altura de la pareja, lanzó una mirada intensa hacia él.
Le había encontrado. No lo había visto nunca. Solo había sentido su presencia, pero sabía que estaba frente a esa presencia que le estaba persiguiendo.
Pero, sorprendentemente, no hizo ningún movimiento hacia él. Después de esa intensa mirada, le ignoró totalmente, siguiendo a la muchacha que llevaba el corto pantalón por debajo de lo que era aconsejable para no mostrar nada de sus glúteos.
Las chicas se saludaron con un rápido movimiento de cabeza, y se ignoraron también.
La pareja se dirigió a la habitación 105, abrió la puerta y entró, precipitadamente, entre las risas de la chica y las manos ávidas de carne de su cliente.
— Esta chica no sabe comportarse – Su compañera ocasional no parecía muy amiga de la otra. Él estaba asustado. Debía irse de allí ya mismo. Su integridad corría peligro y la carga que llevaba…
— Ven, conejito, que te voy a enseñar cositas…
Antes de que pudiera reaccionar, la muchacha le arrastró hasta la habitación 106, mientras sus labios buscaban los suyos y le forzaban, de una manera bastante extraña a seguirla.

Entraron en la habitación, y se permitió un respiro. La chica utilizaba alguna droga en sus labios para tenerlo obnubilado. Ceniza de Sal, seguramente. Un potente psicotrópico que confunde al momento, pero que se diluye enseguida. Quizá por eso su perseguidor estaba confuso. Quizá por eso podría escapar.

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